viernes, 24 de enero de 2014

Ayúdame a ayudarte


No sé cómo te sientes, por mucho que sea tú, por mucho que lo intente y te juro que lo intento, no sé cómo te sientes. Me siento en el sofá o me tumbo en la cama y estás en mi mente con tanta intensidad que necesito volar, sentirme libre por un momento, quizá para recargarme de fuerza renovada y mientras vuelo, me transporto a mi infancia y sonrío llorando porque siempre estás a mi lado y ahora, no puedo estar al tuyo.

No es posible que te rindas porque tú a mí nunca me dejaste hacerlo. Llámame egoísta, piensa que sólo lo hago por mi tranquilidad mental y emocional. Llévalo al terreno que quieras o necesites para poder justificar tu rabia. Estoy para allanarte el camino tenga las piedras que tenga.

Me consta, por lo que me quieres, que sabes que no quiero ningún mal para ti, es sólo que no sé cómo ayudarte y con la misma convicción sé que pedir ayuda no te va a traer más mal, quizá te aportará cierta tranquilidad. Ellos sí saben por lo que estás pasando, déjame ser la mano a la que cogerte igual que tú me diste y sigues dando la tuya desde que nací.
 
Por favor, ayúdame a ayudarte.

martes, 20 de noviembre de 2012

Nada es lo que parece


Mañana hace un año que arrojé la carga. Mañana hace un año que cogí el coche y me desterré. Con cierto temor cogí el coche y me fui. Tenía la esperanza de estar bien, casi sabía que me iba a ir bien. Nuevo destino, ningún amigo, el corazón vacio, roto y una esperanza. Encontrar trabajo.

No pudo ser.

Fui muy feliz, sentí tal paz, era tal la tranquilidad que me invadió que después de tanto terremoto, llegué a pensar que lo lograría. Sólo me faltaba eso.

Nueve meses después tuve que hacer de nuevo las maletas, vender mi paz interior y exterior, quién lo diría, por un sueldo.

Con temor a equivocarme me fui, asumí un riesgo voluntario y triunfé. Con el ansia de un trabajo volví a marchar. Con la tristeza de abandonar la paz y la alegría de volver al mundo laboral y hoy, dos meses después de llegar, la tristeza me ha invadido, no soy capaz más que de dejarme llevar, levantarme, trabajar y volver a casa. Intento sacudirme la tristeza con la música pero cuando enciendo el ordenador para escucharla, el ratón por inercia abre la web del ayuntamiento instalando en la pantalla esa maravilla.

Quiero volver. Necesito volver porque nada es lo que parece. Es tan fácil hablar en la distancia, tan fácil sentir añoranza y cariño sabiendo que como mucho podremos compartir tres o cuatro horas. ¿Tan difícil resulta ser sincero por inercia?.

La historia vuelve a repetirse y no es decente. Nuevo escenario, nuevos actores pero mismo guión. ¡Qué locura!. ¡Qué cruda es la realidad!.

Prefiero la soledad física a la soledad del corazón. Quiero volver. Necesito volver.

domingo, 3 de junio de 2012

De 100 a 0 en un día


Tarde o temprano tenía que ocurrir, a pesar de no entenderlo, de no merecerlo.

Como cada día, te levantaste y marchaste a la oficina, sólo que al acabar la jornada volviste con una caja llena de recuerdos, lo único que te quedará porque todo lo relacionado con el mundo laboral existe mientras trabajas, cuando dejas de hacerlo… ¿quién?, sí, me suena.

Vuelve a sonar el despertador y claro, después de 24 años, no puedes quedarte en la cama así que te levantas pero no te duchas, ¿para qué?, ¿qué hago ahora?, mis clientes, ¿estarán bien atendidos?, ¿se acordarán mis compañeros de las instrucciones que les dejé?.

Te dices que volverás a trabajar. A pesar de tu DNI lo conseguirás.

Te das de alta en todos los buscadores de empleo y pasas de hacer informes, análisis, visitas a clientes, llamadas telefónicas, etc. a ver pasar las horas.

Llega la cita con la oficina de empleo y tragas y vuelvas a tragar para que no afloren las lágrimas cuando te ves en una cola, ¡tan larga! y te das cuenta de cuantísima gente está pensando lo mismo que tú y sufriendo tu misma angustia.

Envías currículums un día sí y otro también y casi con la misma rapidez que los envías te indican “la empresa ha descartado su solicitud” y entonces entiendes porque no te duchas, porque cada vez que ves esa frase, es un jarro de agua fría.

Ten confianza –te dices-, visitas polígonos industriales, te recorres todas las calles intentando seleccionar empresas y sí, todos se quedan con tu currículum pero nadie te llama.

Tu situación te obliga a malvender la casa porque no puedes pagarla y ya que estamos, te vas, dejas la ciudad, aquí ya no te queda nada y tras analizar estadísticas de paro, eliges destino.

Siete meses después sigues recibiendo las mismas sonrisas cuando entregas el currículum pero tu teléfono sigue mudo.

Ahora resulta que tu currículum es demasiado, que deberías indicar menos cosas. Y tú que pensabas que el que lo leyera sabría que de ahí para abajo eras válido. Pues no!!!.

Amplías la zona geográfica en busca de trabajo pero si no vives allí no te quieren y si te vas allí no te cogen. ¿Y quién paga tanta mudanza?. Te aseguran que si cambias de localidad, en algo te podrán ayudar, pero tú lo único que ves es otra mudanza y alquileres mucho más altos.

Para rematar te toca escuchar, eso sí, a la gente que tiene trabajo, que a los parados que no acepten un trabajo se les debería retirar la prestación.

Se han planteado alguna vez que en el paro, pongamos que cobras 1.000 € (pedazo sueldo, no te creas) y que pagas 500 de alquiler, más agua, luz, internet (imprescindible), teléfono, gasolina, creo que me dejo algo, ah!, comida, casi se me olvida… ¿se han planteado, decía, que digas no a un trabajo por el que te ofrecen 400 €?. Cachondos!!!.

Así la vida, me dices que no tienes motivos para levantarte una mañana más, que ya nada importa, que fuiste de 100 a 0 en un día y sabes?, se te olvida lo más importante, que a pesar de todo, que es mucho, sigues teniendo el privilegio de contemplar las noches estrelladas, la luna, ¿la viste anoche?, las puestas de sol, las montañas. ¿Te imaginas no poder abrir los ojos y ver amanecer, escuchar música, leer un libro?

Eso sí, dile al que te diga aquello de que crisis es igual a oportunidad, que la crisis sí la vives pero que la oportunidad no te la dan.

viernes, 1 de junio de 2012

La fuerza por la boca

Mi cazadora, sólo quiero mi cazadora. Por favor, quiero mi cazadora. Me quiero ir, sólo quiero irme. Por favor, tráeme la cazadora.

Quizá fue culpa mía, a medias desde luego, pero la cerilla, si no la encendí yo, sí que la saqué de la caja. ¿Por qué no vienes estás Navidades a casa?... ¡Dios!.

Oí unos ruidos extraños y al girarme me encuentro al energúmeno cogiéndola del cuello, los pies apenas rozaban el suelo, ¡qué imagen!…, no sé si los sonidos eran el roce de los zapatos en el suelo o su intento de respirar, no lo sé. Cuando llegó al comedor, la tiró al suelo, literalmente y como si de un saco se tratara. La tiró al suelo mientras seguía tapándole la boca con su manaza y ella… la cara roja. Me pareció que no podía respirar. Entonces me acerqué y le bloqueé el brazo para que la dejara mientras sustituí su mano pero con más suavidad y le decía, cállate, cállate y nos vamos. Ahí fue cuando desde su metro yo qué sé cuanto, ochenta y cinco quizá, le soltó un puñetazo en la cara. Y yo…

Por favor, levántate y nos vamos a casa, por favor, te lo suplico levántate y nos vamos, ayúdame a levantarte que yo no puedo, me duele demasiado la cabeza y no puedo hacer fuerza, te lo suplico, por favor, levántate y nos vamos a casa, hazlo por mí, te lo estoy pidiendo por favor, vamos, venga levántate.

Esa fue la segunda súplica, la primera era lo mismo pero para que se callara, por favor cállate, te lo pido por favor, te lo estoy suplicando, cállate, cállate y nos vamos a casa.

No sé cuando se levantó ni sé como, pero de repente la misma escena sólo que acorralada en su recibidor. ¿Le pegó?, no lo recuerdo, pero el pelo, le tiraba del pelo y ella la cabeza bien doblada hacia atrás.

Mi cazadora, por favor, mi cazadora.

¿Qué parecía?, un cuerpo abandonado, tirado en el suelo y totalmente abandonado, abandonado por la dignidad, la fuerza, la bravuconería que desprendían sus palabras, absolutamente perdido y asustado. Sus ojos se abrían cada vez más buscando… sólo ella sabe lo que buscaban. Sólo pedía perdón, perdón, te lo juro que lo siento, lo siento mucho por ti, lo siento, lo siento por ti.

¿Y yo?, ¿actué como debía o fui una puta cobarde de mierda?. No me enfrenté a él, únicamente puse mi cuerpo de escudo para protegerla y a pesar de mi inmenso volumen y del delgado cuerpo de ella, por cada trozo que quedaba al descubierto, el metía la mano y ¡zas!, le tiraba del pelo mientras le gritaba “no vuelvas a llamarla hija de puta, ¿me estás oyendo?”, y ella me decía “yo no he dicho eso”. Sí, sí lo has dicho le susurraba al oído. ¿Cuándo?. En el bar.

Después sola en la habitación, por fin en el refugio de mi vida, analizo y no puedo evitar levantarme, acercarme a la suya y decirle: Oye, respecto a lo hija de puta, no, no lo has dicho, lo estoy rebobinando todo y no, estate tranquila porque no lo has dicho.

No me enfrenté a él y no por miedo, lo juro, o si… no sé, pero en cualquier caso no era miedo a una hostia, era miedo a que se enmierdara más la situación, sólo quería levantarla y marcharme y si para ello hubiera tenido que decir que sí, que mi vida sin droga no es vida, lo hubiera dicho.

Me viene de nuevo a la mente, como en tantas otras ocasiones de mi vida, la película “El color púrpura”. Sophia, aquella negra tan moderna y segura de sí misma que termina siendo un títere en manos de los putos blancos.

jueves, 24 de mayo de 2012

La elección


¿Quién nos enseña a elegir?
¿Por qué tenemos la oportunidad de equivocarnos, quiero decir, por qué nos hemos de equivocar?. Es evidente que queremos elegir, pero a lo que me refiero es a ¿por qué más de una vez?, con lo que cuesta, ¿por qué lo hemos de repetir?.

Estás enamorado, eres joven y como la “ley exige” tienes que casarte, y no te importa porque estás enamorado.

Van pasando los años y no te das cuenta porque al final la vida se estabiliza y vas consiguiendo incluso más de lo que esperabas en un principio. Tus hijos han crecido con salud, buscan su lugar en el mundo y tú… tú de repente giras sobre ti mismo y no ves nada, te das cuenta de que estás o te sientes solo y además sabes identificar desde cuando. Incluso en eso eres distinto, no todos saben ver el cuando. Hubo un momento en que te sentiste abandonado, no es necesario que fuera cierto, quiero decir que te abandonaran, pero tú así lo viviste y un sordo clic fracturó lo que tenías.

¿Por qué durante 22 años el muro que rodea vuestra vida es indestructible e infranqueable? y de repente… una pequeña grieta permite que entre más luz de la debida, y es esa luz la que permite que veas a una mujer, sí, mujer, porque hasta ese momento veías personas, pero… ¡vaya!, esta mujer me escucha, se ríe conmigo, le gusta lo que me gusta, es atractiva, culta –sobre todo culta- y... ¿se me permite decir que me llena?. ¿Es posible que me haya enamorado?. Rectifico, no lo pregunto, lo afirmo. Me he enamorado. ¡Dios mío!, es maravilloso poder volver a sentir lo que hacía tantos años no sentía. La llamo sólo para escuchar su voz, espero con ansia sus respuestas, nuestros momentos robados a nuestras obligaciones.

¿Por qué el ser humano es tan egoísta?. ¿Quién se encarga de repartir los títulos de propiedad?. ¿Me quieres?, ¿por qué no me dejas marchar?, ¿estás segura de que me quieres?. Yo sólo puedo decirte que te quiero, no, no sé por qué no te amo, pero… ¿cómo no voy a quererte?, nos hemos dado todo cuanto teníamos durante tantos años…

Déjame explicar… déjame ir antes de que nos odiemos… ¿es que no lo ves?, no queda nada, nada digno de ser salvado. ¿Por qué, por qué me impides que pueda volver a ser feliz?, ¿por qué no puedo comprar flores y entregarlas con un beso en la frente y un gracias por existir, por quererme, gracias en definitiva por estar ahí?.

¿Dónde está escrito que una y no más?. ¿De verdad Dios prefiere nuestra infidelidad a nuestra felicidad?. Tendré que pensar que Dios piensa así porque como humano no vivió el mundo de los sentimientos.

Si pudiéramos, si fuéramos capaces de sentarnos frente a frente y hablar.

No nos conocíamos y un día nos miramos y vimos más de lo habitual y poco a poco un hormigueo nos fue inundando hasta hacerse insoportable y es entonces cuando dimos un paso y otro y otro más hasta quedar tan juntos que no, ni una grieta cabía entre nosotros. Ese es el punto, el paso definitivo hacia la construcción de “nuestra vida”.

Sí, la construimos –y muy bien por cierto-, tenemos unos hijos maravillosos, te has desvivido por nosotros, lo has dado todo, pero… yo también. Lo correcto sería decir que todos nos hemos desvivido por “lo nuestro”.

Escucha, yo no salí a otear el horizonte ni a olfatear. Yo un día salí, como tantos otros, y volví con una emoción nueva. Yo no salí con la idea preconcebida de hacer daño, créeme, NO quería ni quiero hacer daño.

¿Has escuchado?, dije “hacer” y ahora que analizo, “hacer”, no “hacerte”, implica que tampoco me quiero hacer daño yo. Dime por qué no puedo vivir lo que me parece sería mi felicidad.

Empiezo mi relación con Ella mientras intento terminar con mi matrimonio pero todo se complica.

Es tan maravilloso estar con Ella, tan distinto a todo, tan realmente irreal que a veces me pregunto… ¿es cierto?, ¿se puede ser feliz?. Pero… no, no es cierto. Tras varios intentos y reintentos sólo consigo que Ella no crea en mí, que se instale en su corazón una absoluta falta de fe en mí, de modo que una vez más –qué dolor-, vuelvo a casa con una foto fija en la retina pero otra bien distinta en el corazón.

¿Quién me creo para intentar tener algo distinto a lo reflejado en la historia por gente sin sentimientos, gente que con la vara en la mano se dedica a predicar lo que hay que hacer sin haberlo probado?

Cuando el corazón me reclama su sitio, me acaricio el pecho mientras abro más y más los ojos hasta que se me llenan de agujas y sólo puedo cerrarlos para que la humedad los relaje. –No, no lloro, es escozor-.

El problema de acallar el corazón es que éste se inventa su propia historia para paliar la ansiedad con sensaciones intangibles, pero… si son intangibles, ¿por qué a veces me despierto con la sensación de haber tocado lo que hoy tengo prohibido?. Cada vez con más fuerza se establece en tu vida un “¿y si fuera ella?”.

¿Por qué no se me permite llorar?, otra vez me digo… ¿dónde está escrito y quién, quién decidió que es indigno e inapropiado mostrar las emociones?. ¿Por qué existen si hay que ocultarlas?, ¿qué finalidad tienen si no pueden vivirse como uno quisiera?. Quizá la de recordarte un día tras otro, una hora tras otra, que eres INFELIZ.

¿De verdad me quieres?, déjame equivocarme, déjame ir.

Al final ganó el desamor.

Sigo con la foto en la retina y el dolor en el corazón. Reconozco que es lo más cómodo, pero no lo que ansío.

Y ¿de dónde salió ésta mocosa que me marea con su ametralladora?.

Ya no sé que decir, quizá su inagotable imaginación me bloquea la mente, quizá su ansia por encontrarse, despierta en mí lo que hace tan poco yo también pretendía.

Se está bien a su lado, por fin puedo decir que tengo una amiga. Realmente me sincero con ella, hasta tal punto, que puedo resultar dañino, pero ella está ahí tan desinteresadamente, no para de repetir No por favor, no dejes de contármelo, si lo hicieras, ya no seríamos amigos. ¿Desde cuando a un amigo no se le puede contar todo lo que uno necesita contar?. No por favor no lo hagas, no dejes de hacerlo-.

¿Hasta dónde llega su necesidad de tener a quién contar?.

Pero… pero ¿dónde diablos me he metido?.  ¿Sigo siendo yo?. Ya no me quedan órganos que analizar.

La retina, el corazón y a mi amiga, ¿dónde la ubico?. La ternura no es un órgano, pero me parece que es lo que despierta en mí.

¿Tengo pocos problemas para dejarme llevar por el torbellino?. Hacía tiempo que no me sentía así, en cierta forma me siento libre, libre porque no me ata.

¿Sabes?, mi obstinado corazón sigue en Ella, ¿y si fuera ella?. ¿Será obsesión o será el destino?. ¿Por qué nos equivocamos?, ¿por qué tenemos la capacidad de elegir?.

Mi retina sigue fija en la misma foto, foto que ya no me dice nada, pero y mi corazón… Ah! sigue reclamando su sitio en este mundo loco.

La ametralladora me dice que no debo renunciar, o sea que si renuncio, renuncio con todas las consecuencias, pero dado que mi corazón se resiste, le dé lo que podría ser mi última oportunidad.

¡A por todas corazón!. ¡Rompe de una vez tus ataduras!.

¿Es duro?, pues claro. Muy, muy duro. Es un dolor, una soledad, una sensación de… abandono…, traición…, desprecio…, fracaso, el más estrepitoso. Toda una vida por y para ti y ahora… ¿tan mal lo he hecho?. No cariño, no es eso créeme, es solo que… se acabó el amor, pero si de verdad me quieres, te pido, te suplico que sin más me dejes ir. ¿No crees que es preferible no estar con quien no quiere estar contigo?.

Ahí estoy ahora, con la verdad encima de la mesa de mi casa, en aparente inicio de trámites.

¿Trámites?. Todos a la vez, finiquitar toda una vida e invitar a la que aparqué en mi corazón para que vuelva a palpitar. ¿Conseguiré que recupere la fe en mí?, ¿conseguiré siquiera tomar una café con Ella?.

Todo tiene caducidad, ¿por qué?. Si me caso porque amo, ¿dónde estaba la fecha de caducidad?, ¿por qué no se nos mostró?. Si llegado el día me enamoro de tal manera que me planteo si alguna vez lo estuve, ¿en que parte está impresa la fecha de caducidad?. En el fondo, si la propia vida tiene caducidad, ¿que nos hace pensar que lo que la hace existir no la tiene?.

Tras mirarme de nuevo el ombligo, no encuentro en esta situación comprensión alguna ni sensibilidad a los infortunios ajenos, sí a los propios pero no a los ajenos, por lo que no puedo dejar de plantearme si realmente el mundo que vivimos tiene algo de humano.  

martes, 22 de mayo de 2012

Minerva


Minerva era una chica felizmente casada o eso creía ella. El marido cariñoso pero tan, tan egoísta que se cree que agotó el amor de su mujer, se fue consumiendo poco a poco, tan imperceptiblemente como cuando hace mucho que no te fijas en alguien y de repente dices “como te creció el pelo”, pues de repente se planteó “si hace dos días me moría por sus huesos, ¿cuándo el abismo que hoy nos separa nos ha empujado en sentidos opuestos?”.

Sólo sabe que se siente triste, sola, tremendamente triste y muy, muy sola, imbécil por seguir ahí – ¿y si me necesita? - piensa ella… y él, libre, cada vez más libre y egoísta, cada vez más egoísta.

¿Su vida?, de casa al trabajo, del trabajo casa.

Llega a casa y siempre la encuentra vacía, no puede hablar con nadie porque prácticamente nunca hay nadie, ya va para cuatro años y de repente…. ¿qué se sentirá llegando a una casa en la que se pueda decir hola y que alguien te conteste?, así que decide quedarse a trabajar hasta que la llamen para preguntar, ¿dónde estás?, ¿todo bien?. Después de argumentar el motivo por el que se había quedado en la oficina y después de escuchar un ¿a quién te estás tirando?, decide irse a casa, y como no podía ser de otra manera, la encontró sino vacía, sí silenciosa ya que el marido enfadado por no encontrarla, se acostó sin esperarla, sin sacar a los perros, sin cenar. Una vez más llegó y al decir hola recibió el silencio acostumbrado.

Como tenía que ser, cansada de ver pasar los años le dice que se quiere divorciar y recibe tamaña bofetada en su dignidad, que sin entenderlo decide continuar, aunque como ya es sabido, la venganza es un plato que se sirve frío, por lo que 4 años más tarde y a las 6 de la mañana recibe un “por cierto, me quiero separar, lo sabes, no?” y por arte de magia y de la noche a la mañana su marido se ha convertido en un marido soltero y entonces ella se da cuenta de que la soledad que creía sentir no era más que una sombra de la verdadera soledad. Y se pregunta constantemente, ¿qué pasó?, ¿cuándo pasó?, y ¿no nos dimos cuenta?, pero…. ¿qué pasó?. Y no es que le pese pero… ¿qué pasó?.

Como casi todo el mundo, ella tiene un amigo, el único que se salvó de la quema… no, no es así, de la quema no se salvó ninguno,  todos se perdieron por no ser del agrado de su marido. Este es nuevo, apareció de repente y poco a poco se fueron acercando. ¿Su nombre? Diego.

¿Cuántas camisas habrá escurrido el pobre Diego después de recoger las lágrimas de Minerva?, cuántas veces se habrá preguntado… ¿por qué no despierta?, ¿es que no se da cuenta?. Comparten alguna comida de vez en cuando, casi siempre cuando ella muy desamparada le llama diciendo… te invito a un vino, ¿estás por mi zona?, ¿comes conmigo?. Diego siempre tan sereno, tan relajante para el nerviosismo de Minerva y tan, tan discreto, midiendo sus palabras, dándole lo que a su entender debe recibir Minerva, calma, paz, tranquilidad. Tranquila, se te pasará –le dice-, un bajón en tu estado de ánimo es normal, los tendrás de vez en cuando, pero es bueno ver que eres conocedora de tu situación y que tú misma dices, bueno mañana se me habrá pasado.

Hoy pensando, le viene a la memoria aquel día en el que compartiendo una comida en la que predominaban las risas, Diego dice algo que a Minerva le recuerda lo que en ese momento está haciendo su marido y rompe a llorar mientras le dice – ¿por qué me lo has recordado?, me has fastidiado la comida con lo bien que me lo estaba pasando… Cuando en la puerta del bar se despiden, ante la sorpresa de Minerva, cuál vulgar bomba oye decir a Diego, "tú lo que tienes que hacer es separarte". Todavía hoy Minerva no da crédito a aquellas palabras que no tuvo en consideración en su momento, pero sobre todo porque contra todo pronóstico se las dijo Diego, tan aséptico como lo creía.

Si fueran más jóvenes y sus circunstancias fueran otras, serían absolutamente inseparables, comparten tantos pensamientos, tantas aficiones, comparten tantas cosas que como no podría ser de otra manera, Diego se va haciendo imprescindible en la vida de Minerva, ella nota como su presencia la serena, nota como escucharle por teléfono la calma. Cuántos ataques de ansiedad ha paralizado un ring-ring de su teléfono tras comprobar que en la pantalla pone Diego.

Y la gran pregunta que tras un año con nuevo estado civil se hace es… ¿por qué con el tiempo te encariñas de otra persona?, una persona a la que te une una auténtica amistad,  y ¿por qué no tuve esto con mi marido?, por qué soy tan libre ahora y antes…, ¿porqué ahora que sé, no soy capaz?, por qué la vida te lo pone delante pero sin lo suficiente para hacer frente y conseguir decir… ¡Por fin!.

Y será que está en su tiempo de descuento y que será cierto aquello de que al hacerse viejos se deshacen los pasos dados al nacer, vuelve a estar en su boca un constante y permanente… ¿Por qué?