domingo, 3 de junio de 2012

De 100 a 0 en un día


Tarde o temprano tenía que ocurrir, a pesar de no entenderlo, de no merecerlo.

Como cada día, te levantaste y marchaste a la oficina, sólo que al acabar la jornada volviste con una caja llena de recuerdos, lo único que te quedará porque todo lo relacionado con el mundo laboral existe mientras trabajas, cuando dejas de hacerlo… ¿quién?, sí, me suena.

Vuelve a sonar el despertador y claro, después de 24 años, no puedes quedarte en la cama así que te levantas pero no te duchas, ¿para qué?, ¿qué hago ahora?, mis clientes, ¿estarán bien atendidos?, ¿se acordarán mis compañeros de las instrucciones que les dejé?.

Te dices que volverás a trabajar. A pesar de tu DNI lo conseguirás.

Te das de alta en todos los buscadores de empleo y pasas de hacer informes, análisis, visitas a clientes, llamadas telefónicas, etc. a ver pasar las horas.

Llega la cita con la oficina de empleo y tragas y vuelvas a tragar para que no afloren las lágrimas cuando te ves en una cola, ¡tan larga! y te das cuenta de cuantísima gente está pensando lo mismo que tú y sufriendo tu misma angustia.

Envías currículums un día sí y otro también y casi con la misma rapidez que los envías te indican “la empresa ha descartado su solicitud” y entonces entiendes porque no te duchas, porque cada vez que ves esa frase, es un jarro de agua fría.

Ten confianza –te dices-, visitas polígonos industriales, te recorres todas las calles intentando seleccionar empresas y sí, todos se quedan con tu currículum pero nadie te llama.

Tu situación te obliga a malvender la casa porque no puedes pagarla y ya que estamos, te vas, dejas la ciudad, aquí ya no te queda nada y tras analizar estadísticas de paro, eliges destino.

Siete meses después sigues recibiendo las mismas sonrisas cuando entregas el currículum pero tu teléfono sigue mudo.

Ahora resulta que tu currículum es demasiado, que deberías indicar menos cosas. Y tú que pensabas que el que lo leyera sabría que de ahí para abajo eras válido. Pues no!!!.

Amplías la zona geográfica en busca de trabajo pero si no vives allí no te quieren y si te vas allí no te cogen. ¿Y quién paga tanta mudanza?. Te aseguran que si cambias de localidad, en algo te podrán ayudar, pero tú lo único que ves es otra mudanza y alquileres mucho más altos.

Para rematar te toca escuchar, eso sí, a la gente que tiene trabajo, que a los parados que no acepten un trabajo se les debería retirar la prestación.

Se han planteado alguna vez que en el paro, pongamos que cobras 1.000 € (pedazo sueldo, no te creas) y que pagas 500 de alquiler, más agua, luz, internet (imprescindible), teléfono, gasolina, creo que me dejo algo, ah!, comida, casi se me olvida… ¿se han planteado, decía, que digas no a un trabajo por el que te ofrecen 400 €?. Cachondos!!!.

Así la vida, me dices que no tienes motivos para levantarte una mañana más, que ya nada importa, que fuiste de 100 a 0 en un día y sabes?, se te olvida lo más importante, que a pesar de todo, que es mucho, sigues teniendo el privilegio de contemplar las noches estrelladas, la luna, ¿la viste anoche?, las puestas de sol, las montañas. ¿Te imaginas no poder abrir los ojos y ver amanecer, escuchar música, leer un libro?

Eso sí, dile al que te diga aquello de que crisis es igual a oportunidad, que la crisis sí la vives pero que la oportunidad no te la dan.

viernes, 1 de junio de 2012

La fuerza por la boca

Mi cazadora, sólo quiero mi cazadora. Por favor, quiero mi cazadora. Me quiero ir, sólo quiero irme. Por favor, tráeme la cazadora.

Quizá fue culpa mía, a medias desde luego, pero la cerilla, si no la encendí yo, sí que la saqué de la caja. ¿Por qué no vienes estás Navidades a casa?... ¡Dios!.

Oí unos ruidos extraños y al girarme me encuentro al energúmeno cogiéndola del cuello, los pies apenas rozaban el suelo, ¡qué imagen!…, no sé si los sonidos eran el roce de los zapatos en el suelo o su intento de respirar, no lo sé. Cuando llegó al comedor, la tiró al suelo, literalmente y como si de un saco se tratara. La tiró al suelo mientras seguía tapándole la boca con su manaza y ella… la cara roja. Me pareció que no podía respirar. Entonces me acerqué y le bloqueé el brazo para que la dejara mientras sustituí su mano pero con más suavidad y le decía, cállate, cállate y nos vamos. Ahí fue cuando desde su metro yo qué sé cuanto, ochenta y cinco quizá, le soltó un puñetazo en la cara. Y yo…

Por favor, levántate y nos vamos a casa, por favor, te lo suplico levántate y nos vamos, ayúdame a levantarte que yo no puedo, me duele demasiado la cabeza y no puedo hacer fuerza, te lo suplico, por favor, levántate y nos vamos a casa, hazlo por mí, te lo estoy pidiendo por favor, vamos, venga levántate.

Esa fue la segunda súplica, la primera era lo mismo pero para que se callara, por favor cállate, te lo pido por favor, te lo estoy suplicando, cállate, cállate y nos vamos a casa.

No sé cuando se levantó ni sé como, pero de repente la misma escena sólo que acorralada en su recibidor. ¿Le pegó?, no lo recuerdo, pero el pelo, le tiraba del pelo y ella la cabeza bien doblada hacia atrás.

Mi cazadora, por favor, mi cazadora.

¿Qué parecía?, un cuerpo abandonado, tirado en el suelo y totalmente abandonado, abandonado por la dignidad, la fuerza, la bravuconería que desprendían sus palabras, absolutamente perdido y asustado. Sus ojos se abrían cada vez más buscando… sólo ella sabe lo que buscaban. Sólo pedía perdón, perdón, te lo juro que lo siento, lo siento mucho por ti, lo siento, lo siento por ti.

¿Y yo?, ¿actué como debía o fui una puta cobarde de mierda?. No me enfrenté a él, únicamente puse mi cuerpo de escudo para protegerla y a pesar de mi inmenso volumen y del delgado cuerpo de ella, por cada trozo que quedaba al descubierto, el metía la mano y ¡zas!, le tiraba del pelo mientras le gritaba “no vuelvas a llamarla hija de puta, ¿me estás oyendo?”, y ella me decía “yo no he dicho eso”. Sí, sí lo has dicho le susurraba al oído. ¿Cuándo?. En el bar.

Después sola en la habitación, por fin en el refugio de mi vida, analizo y no puedo evitar levantarme, acercarme a la suya y decirle: Oye, respecto a lo hija de puta, no, no lo has dicho, lo estoy rebobinando todo y no, estate tranquila porque no lo has dicho.

No me enfrenté a él y no por miedo, lo juro, o si… no sé, pero en cualquier caso no era miedo a una hostia, era miedo a que se enmierdara más la situación, sólo quería levantarla y marcharme y si para ello hubiera tenido que decir que sí, que mi vida sin droga no es vida, lo hubiera dicho.

Me viene de nuevo a la mente, como en tantas otras ocasiones de mi vida, la película “El color púrpura”. Sophia, aquella negra tan moderna y segura de sí misma que termina siendo un títere en manos de los putos blancos.