Mañana hace un año que arrojé la
carga. Mañana hace un año que cogí el coche y me desterré. Con cierto temor
cogí el coche y me fui. Tenía la esperanza de estar bien, casi sabía que me iba
a ir bien. Nuevo destino, ningún amigo, el corazón vacio, roto y una esperanza.
Encontrar trabajo.
No pudo ser.
Fui muy feliz, sentí tal paz, era tal
la tranquilidad que me invadió que después de tanto terremoto, llegué a pensar
que lo lograría. Sólo me faltaba eso.
Nueve meses después tuve que hacer de
nuevo las maletas, vender mi paz interior y exterior, quién lo diría, por un
sueldo.
Con temor a equivocarme me fui, asumí
un riesgo voluntario y triunfé. Con el ansia de un trabajo volví a marchar. Con
la tristeza de abandonar la paz y la alegría de volver al mundo laboral y hoy,
dos meses después de llegar, la tristeza me ha invadido, no soy capaz más que
de dejarme llevar, levantarme, trabajar y volver a casa. Intento sacudirme la
tristeza con la música pero cuando enciendo el ordenador para escucharla, el
ratón por inercia abre la web del ayuntamiento instalando en la pantalla esa
maravilla.
Quiero volver. Necesito volver porque
nada es lo que parece. Es tan fácil hablar en la distancia, tan fácil sentir
añoranza y cariño sabiendo que como mucho podremos compartir tres o cuatro
horas. ¿Tan difícil resulta ser sincero por inercia?.
La historia vuelve a repetirse y no
es decente. Nuevo escenario, nuevos actores pero mismo guión. ¡Qué locura!. ¡Qué
cruda es la realidad!.
Prefiero la soledad física a la
soledad del corazón. Quiero volver. Necesito volver.