martes, 20 de noviembre de 2012

Nada es lo que parece


Mañana hace un año que arrojé la carga. Mañana hace un año que cogí el coche y me desterré. Con cierto temor cogí el coche y me fui. Tenía la esperanza de estar bien, casi sabía que me iba a ir bien. Nuevo destino, ningún amigo, el corazón vacio, roto y una esperanza. Encontrar trabajo.

No pudo ser.

Fui muy feliz, sentí tal paz, era tal la tranquilidad que me invadió que después de tanto terremoto, llegué a pensar que lo lograría. Sólo me faltaba eso.

Nueve meses después tuve que hacer de nuevo las maletas, vender mi paz interior y exterior, quién lo diría, por un sueldo.

Con temor a equivocarme me fui, asumí un riesgo voluntario y triunfé. Con el ansia de un trabajo volví a marchar. Con la tristeza de abandonar la paz y la alegría de volver al mundo laboral y hoy, dos meses después de llegar, la tristeza me ha invadido, no soy capaz más que de dejarme llevar, levantarme, trabajar y volver a casa. Intento sacudirme la tristeza con la música pero cuando enciendo el ordenador para escucharla, el ratón por inercia abre la web del ayuntamiento instalando en la pantalla esa maravilla.

Quiero volver. Necesito volver porque nada es lo que parece. Es tan fácil hablar en la distancia, tan fácil sentir añoranza y cariño sabiendo que como mucho podremos compartir tres o cuatro horas. ¿Tan difícil resulta ser sincero por inercia?.

La historia vuelve a repetirse y no es decente. Nuevo escenario, nuevos actores pero mismo guión. ¡Qué locura!. ¡Qué cruda es la realidad!.

Prefiero la soledad física a la soledad del corazón. Quiero volver. Necesito volver.